REINALDO ITURRIZA LOPEZ:
Parlamentarias 26-S: Un Análisis Preliminar
Este articulo publicado por Reinaldo Iturriza López
una vez pasadas las elecciones Parlamentarias del 26 de Septiembre al cual citara
el Líder de la Revolución Bolivariana Hugo Chávez para hacer el lanzamiento de
la aplicación de la 3R al cuadrado (Revisión, Rectificación, Reimpulso, Reunificación,
Repolitización, Repolarización), que luego de un largo proceso de debate, discusión
y reflexión de este material se nos olvido -en colectivo- poner en práctica parte de la orientaciones que
contiene y que el comandante ordeno internalizar para aplicar y convertir estas
palabras en hechos concretos, por lo que aprovecho esta oportunidad para
invitar nuevamente a re-leer y lo coloco en este blog tal cual fue escrito:
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Exactamente a las 2 de la mañana de este lunes 27 de
septiembre, la Presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena,
comenzó a ofrecer los resultados preliminares de las elecciones parlamentarias.
Con una participación global del 66,45%, el chavismo ha alcanzado 95 diputados,
la oposición 64, quedando 6 cargos en disputa. Aún no están disponibles las
cifras oficiales globales de la votación para cada fuerza política, a menos que
se tomen como tales los datos (que es necesario verificar) referidos al
Parlatino: 5 millones 222 mil 354 del PSUV contra 5 millones 54 mil 114 de la
MUD (una diferencia de 168 mil 240 votos).
Despejada la duda sobre los resultados electorales,
descartados el peor escenario (victoria opositora) y la mayoría absoluta del
PSUV (dos tercios o 110 de un total de 165 diputados), lo primero que hay que
decir es que el objetivo principal se alcanzó: el chavismo se mantiene como la
fuerza política mayoritaria del país (con el 57,5%, hasta ahora, de la nueva
Asamblea Nacional).
Esta situación le permite asumir con mayor holgura y
capacidad de maniobra el siguiente objetivo: repolarizar la sociedad venezolana. Mucho especularon los
voceros opositores sobre la necesidad de “derrotar” al chavismo, impidiendo que
alcanzara los dos tercios de la Asamblea Nacional, porque esto implicaría la
“radicalización” del proceso venezolano. El problema es que en el discurso
opositor, como lo sabemos de sobra, esta “radicalización” significa la
consolidación de un sistema “totalitario” y “comunista”, que cercana las
libertades políticas del pueblo venezolano. Tocará a las fuerzas opositoras
evaluar la pertinencia y sobre todo las falencias de un discurso que le ha
impedido, una y otra vez, granjearse el apoyo de las mayorías. Cantarán
victoria, sin lugar a dudas, pero la procesión va por dentro (un proceso
incipiente de recomposición de su clase política). Pero éste es un asunto que
no nos compete. Dicho sea de paso: el peor error que puede cometer la vocería
oficial del chavismo es enfrascarse en una polémica estéril con la
partidocracia, intentando “demostrarle” que no ha vencido. Lo otro es evitar el
triunfalismo acrítico, que en estas circunstancias es el peor de los
consejeros.
Repolarizar significa precisamente esto: avanzar en el
proceso de radicalización democrática de la sociedad venezolana. Sí,
radicalización democrática. Ésta implica recuperar y afinar “los mecanismos de
interpelación mutua entre Chávez y la base social del chavismo, buena parte de
la cual está hastiada de la cortedad de miras estratégica del chavismo oficial,
que insiste en comportarse como minoría”. Implica recuperar lo que hizo
grandioso al chavismo: si éste “significó la progresiva politización del pueblo
venezolano, fue porque hizo visible a los invisibles y dio voz a los que nunca
la tuvieron”. Significa, de igual forma, una lucha sin cuartel contra
“burócratas, corruptos, dirigentes mediocres, oportunistas, estalinistas”,
ninguno de los cuales “es hegemónico en el chavismo. Su existencia está lejos
de ser aceptada de manera cómplice o resignada por el resto, y en cambio es
fuente permanente de malestar y conflicto”. Significa, también, saber leer los
signos, donde los hubiere, de “hastío por la política” en las bases sociales
del chavismo.
Entre otras cosas (puesto que la definición de una agenda
tendrá que ser obra colectiva), lo anterior implica revisar la relación entre
el partido/maquinaria y la amplia base social del chavismo, que están lejos de
significar lo mismo. Allí donde el partido está alienado del chavismo popular,
mal puede pensarse que funciona como “vanguardia”. Ejemplos sobran de luchas,
dinámicas y formas de organización popular en peligro de ser cooptadas (o
cooptadas ya, con el saldo de la desmovilización popular) por el partido. Implica también un amplísimo debate sobre la necesidad de relanzar el objetivo
de crear una nueva institucionalidad (derrotando al Estado burgués), lo que
pasa por reducir la distancia que media entre el socialismo en tanto que
horizonte estratégico, y las formas de gobierno propiamente socialistas. Esto
quiere decir que es necesario preguntarse: ¿qué significa gobernar
socialistamente? ¿Qué distingue a un gobierno socialista (en la práctica, en el
cómo del gobierno) de las formas de la vieja partidocracia y los métodos
de la burguesía parasitaria? Esto es: en lugar de la “gestionalización” de la
política, “repolitización” de la gestión, subrayando, por supuesto que sí, su
carácter de clase. Educación, salud y alimentación seguirán siendo las
principales áreas donde será posible continuar ensayando la construcción de
esta nueva institucionalidad, defendiendo los logros obtenidos pero sopesando y
corrigiendo las fallas.
Un dato en particular, y ya habrá tiempo de analizarlo con
mayor detenimiento, refuerza la hipótesis de la necesidad de la repolarización:
la derrota aplastante de las fuerzas políticas (y en particular del PPT) que
hicieron de la “despolarización” la bandera de su campaña.
El propósito de este análisis preliminar, que puede resultar
incómodo para algunos, no es hacer leña del árbol caído. A menos que,
efectivamente, los haya quienes se asuman caídos, derrotados o en desventaja e
intenten ocultar su derrota con discursos triunfalistas. Tanto el triunfalismo
como el derrotismo son pasiones tristes, y lo que está en juego es algo muy
serio como para encarar las nuevas circunstancias de manera vacilante o con
ínfulas de superioridad. Sobreestimar la propia fuerza es la vía más fácil para
perderla. Quien la subestima, está perdido de antemano.
Considero que el escenario que se abre a partir de los
resultados del 26-S hace absolutamente pertinentes todas estas reflexiones e
interrogantes (entre otras). Por eso, estoy convencido de que la revolución
bolivariana ha sido la gran vencedora. Es tiempo de deliberación, de revisión,
de invención. Es el tiempo de las oportunidades: de la posibilidad infinita de
imprimirle mayor vitalidad y fortaleza a un proceso que, doce años después, aún
es capaz de alcanzar una “sólida victoria”, lo suficiente como para avanzar en
la creación de las condiciones que hagan posible su radicalización democrática.
Son tiempos de revitalización política. Bienvenidos sean.
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