sábado, 29 de junio de 2013

EL PODER POPULAR

Tomado de: http://elotrosaberypoder.wordpress.com 

Por Reinaldo Iturriza Lopez

La fuerza principal







Lo comentaba hace un par de días en una asamblea popular en Palo Negro, Aragua, y lo reitero por esta vía: con todo y sus limitaciones, es innegable el enorme impacto que han tenido los consejos comunales en el proceso de democratización de la sociedad venezolana. Ha sido tanta su influencia, ha sido tan decisivo el hecho mismo de su creación y multiplicación, que sus efectos políticos sólo es posible compararlos con el producido por figuras más clásicas de participación, como los sindicatos e incluso los partidos políticos.
Sobre ellos ha llovido mucho fuego enemigo. Por citar sólo un ejemplo muy reciente, en el documento Lineamientos para el Programa de Gobierno de Unidad Nacional (2013-2019) se les atacaba con virulencia: “Ellos deben ser deslastrados de todo sesgo ideológico-partidista así como de toda confusión que los configure como instancias híbridas que terminen asumiendo funciones públicas que le (sic) son ajenas”. Para el antichavismo, el mejor consejo comunal es el que no existe… o el que está bajo su control.
En campo amigo también se les mira con recelo. Con alguna frecuencia, militantes de izquierda con una formación política más bien tradicional se refieren a ellos como instancias más bien “primarias” de organización, en las que confluyen fundamentalmente personas que nunca en su vida participaron en política, para resolver cuestiones “básicas” que afectan a la comunidad.
En las instituciones, por supuesto que sí, muchas veces identificamos esta misma lógica de razonamiento, pero llevada al extremo: en líneas generales, esa porción de pueblo reunido en torno a la figura de consejos comunales vendría a ser una suerte de pedigüeñería organizada, que actúa amparada por la ley, que en el mejor de los casos “ayuda” al Estado a ocuparse de los asuntos de los que jamás se ocupó y le permite llegar a lugares a los que nunca llegó.
Sin duda alguna, en cada uno de estos casos, más que de diagnósticos de la situación, se trata de opiniones determinadas por prejuicios, cuando no de posiciones políticas disimuladas a duras penas, y que dejan entrever una honda desconfianza en el pueblo organizado.
Se dice mucho que hay que tomar todas las previsiones contra la idealización del pueblo, y eso es correcto. En muchos consejos comunales vemos reproducirse las prácticas de la vieja cultura política: clientelismo, oportunismo, sectarismo, “voceros” que realmente actúan como representantes y, peor, como jefecillos que deciden a diestra y siniestra sin consultar a nadie. Hay consejos comunales que sólo buscan el beneficio de unos pocos, de manera que ya no hablaríamos de beneficios propiamente, sino de privilegios.
Pero con muchísima más frecuencia nos conseguimos con un contingente realmente formidable de líderes y lideresas entregados a la lucha por transformar su entorno inmediato, su país y el mundo; líderes y lideresas que militan a sol y sombra, que convocan, movilizan, organizan y prestan su voz para traducir las demandas populares ante las instituciones. Podría decirse que ellos integran las primeras líneas de lucha popular. La verdadera vanguardia.
Con ellos es vital (literalmente, porque en esto se le va la vida a la revolución bolivariana) establecer sólidas alianzas, desde las instituciones. Muchos lo han comprendido, pero todavía hay demasiado funcionario que no lo comprende. Todavía hay mucho funcionario indolente, pusilánime, prepotente, que ve en el pueblo un sujeto de asistencia, un “inválido”, al que hay que enseñarle cómo conducirse en todo y para todo.
Luego de un intenso mes de gobierno en la calle que nos ha llevado hasta Zulia, Miranda, Táchira, Barinas, Anzoátegui, Bolívar, Vargas, Aragua y Carabobo; luego de mucho observar, escuchar y palpar; luego de haber saldado cuentas con mis propios prejuicios, puedo decir que creo haber entendido la apuesta del comandante Chávez, cuando decidió convocar al pueblo a que se organizara en consejos comunales.
Lo que estaba en juego, primero que nada, era la creación de un lugar de encuentro de los comunes, de aquellos que nunca participaron en política porque nunca creyeron en ella, porque ésta fue siempre sinónimo de trampa, rencillas, mentiras. Y si participaron, la experiencia casi siempre fue poco estimulante, más bien traumática, decepcionante. Es a este pueblo al que convoca la revolución bolivariana, con Chávez a la cabeza. Será este pueblo el que constituya el chavismo, el sujeto político más potente en la historia de Venezuela.
Con los consejos comunales nunca se trató de nivelar por debajo, sino de incorporar a los de abajo, garantizarles un espacio, un lugar.
Luego, sí, está el asunto de los recursos. Los consejos comunales como espacios a través de los cuales el Estado debía comenzar a distribuir la renta. Todo el costo político asociado al impacto que pudo haber tenido el manejo directo de recursos por parte de comunidades organizadas (la malversación, la mala administración, la interrupción de procesos organizativos en ascenso) es muy inferior a la extraordinaria ganancia política que supone haber dado inicio a experiencias de autogobierno popular. Más allá de los errores e incluso de retrocesos puntuales, la señal del comandante Chávez era clara: esta revolución va en serio y aquí le estamos apostando a la construcción de una nueva sociedad. Aquí le estamos apostando al cambio revolucionario.
Si bien hay otras formas de organización popular, la de los consejos comunales es una que tenemos que cuidar y acompañar especialmente. Es fundamental un análisis profundo de su funcionamiento. Debemos ser capaces de producir un saber sobre estos asuntos decisivos, que nos ayude a identificar y solucionar problemas.
El Presidente Nicolás Maduro nos ha convocado a pensar y a discutir sobre el tema del “gobierno socialista”, y es una convocatoria que no podemos eludir. Debemos superar nuestra inclinación a discutir sobre política en abstracto, sin tomar en cuenta las prácticas de gobierno. Gobernar equivale a prácticas, lógicas de razonamiento y por supuesto a fuerzas. Sucede con frecuencia que unas ciertas lógicas de razonamiento nos gobiernan, y éstas lógicas inducen prácticas que nos gobiernan igualmente, y un buen día despertamos siendo gobernados por fuerzas que no son las nuestras.
¿Qué lógicas de razonamiento están detrás de nuestras políticas hacia los consejos comunales? Ese es un tema de primer orden para los revolucionarios. Sin embargo, con demasiada frecuencia nos encontramos discutiendo sobre banalidades, cediéndole espacio a la intriga y el fraccionalismo, inventándonos claudicaciones inexistentes, cuando deberíamos estar discutiendo sobre las prácticas que nos permitan crear las condiciones para que nuestro pueblo sea cada vez más fuerte. Para que siga siendo la fuerza principal. La fuerza que nos gobierne, para que esta revolución no dé marcha atrás.

jueves, 23 de mayo de 2013

NUESTRO PAPEL

Tomado de: institutointernacional5heroes.blogspot.com

EL PAPEL DE LOS REVOLUCIONARIOS


El papel de los Revolucionarios es hacer la Revolución. Palabras sabias de Fidel que resumen un mandamiento central, alrededor de esto orbita todo el empeño de los revolucionarios.
Los partidos revolucionarios tienen como deber hacer la Revolución, esto es, ayudar, empujar allí dónde más falta hace. Hacer la Revolución en la realidad, en la práctica, o como decía Marx: transformando al mundo.
¿Cómo hacerlo? Lo primero es estudiar, analizar la realidad, interpretarla y a partir de esa interpretación determinar la ubicación del esfuerzo transformador.
Ya se ha dicho que Chávez es un milagro político, y como todo milagro ocurre en lo asombroso, en lo inesperado. Es así, en un país imprevisto, en la punta equivocada, como diría Trotsky, se empieza a desenrollar la madeja de la historia. Chávez es el centro de esta delicadísima Revolución, es necesario preservar su liderazgo, esta es la primera conclusión del análisis de la realidad.
La segunda conclusión es que hay una gran falla ideológica. Venimos de una devastación teórica, la caída de la Unión Soviética arrastró la teoría al foso, abrió atajos para desilusionar a las masas con tesis que desarmaron la política, la hicieron mero ejercicio ecológico, lucha de minoría, racismo. Simultáneamente, transitamos la soberbia, esa combinación es propicia para el invento sin base, el extravío. Es terreno fértil para los experimentos de la pequeña burguesía, más interesada en las apariencias de cambios que en los cambios profundos, los que transforman al mundo verdaderamente.
Es necesario retomar el rumbo teórico, la praxis, vale decir, la práctica dirigida por la teoría rigurosa. En este campo es donde los partidos tienen, o deberían tener, mucho que aportar. La discusión debe elevarse, las metas deben ser altruistas, se debe dejar de lado la búsqueda del pequeño poder, la política sin contenido ni objetivo ideológico. Qué falta hace una revista ideológica, un foro de discusión densa.
Los temas son muchos y variados: ¿qué pensamos de la propiedad de los medios de producción?, ¿cómo elevar la Conciencia del Deber Social?, ¿a cuál proyecto beneficia la entrada en Mercosur?, ¿cómo es la integración que necesitamos?, ¿cuál es el concepto de potencia?, ¿pueblo o clases sociales?, ¿es posible democracia directa o es más democrática la democracia indirecta?, ¿la centralización, la integración nacional, la ALBA perdió vigencia?, ¿cómo es el internacionalismo de esta Revolución?, ¿la soberanía tecnológica es posible sin soberanía científica de primera línea? Estos son algunos de los puntos a discutir, pero no podemos olvidar nuestra relación con la naturaleza, las necesidades de la producción.
El deber de los revolucionarios está claro: con Chávez, que es estar con la única posibilidad del Socialismo, no otra. Con el estudio y la producción teórica que tanta falta hace.
Debemos votar por los candidatos de Chávez, esa es manera de mantener la posibilidad revolucionaria. Que nadie se engañe, la Revolución es con Chávez o no es. Eso de "con el proyecto pero sin Chávez” es traición, una burda trampa.
Debemos deducir que en una Revolución hay uno o varios frentes de confrontación entre el Socialismo y el capitalismo. En nuestra Revolución Bolivariana, ¿dónde están realmente estos frentes? Es imprescindible encontrarlos. Veamos.
En lo económico, el capitalismo tiene en su bando, además del capitalismo internacional, de los gringos, los brasileños, los chinos, los rusos, etc., a la Polar, a las trasnacionales, a los centros comerciales, al sistema financiero, aseguradoras, a los llamados productores del campo, a miles de pequeñas y medianas industrias, a millones de bodegas, taxistas, mototaxistas, a los medios generadores de plusvalía ideológica… Todos, focos de generación de egoísmo, el soporte principal del capitalismo.
El Socialismo puede oponer al capitalismo la comuna, los consejos comunales, cuyo peso económico es ínfimo y su resultado en la conciencia es más egoísmo. Por eso funcionan como cualquier cosa menos como un frente contra el capitalismo.
El mercado sigue marcando a la economía, todas las formas antes mencionadas, las de ellos y las de nosotros, terminan realizando sus productos en el mercado, y sabemos que éste es el centro del capitalismo. Mientras exista mercado existirá capitalismo.
En lo social, el capitalismo tiene la organización tradicional: estados descentralizados, municipios, parroquias, iglesias, escuelas, condominios, asociaciones de vecinos.
El Socialismo no ha conseguido un orden diferente, ni siquiera incipiente. En el horizonte sólo asoman formas fragmentadoras asimilables por el capitalismo como las comunas y los consejos comunales, no un tejido social que integre a la sociedad.
En lo político, el cuadro es más complejo. La Revolución tiene el poder político pero desde allí, paradójicamente, no socializa las ideas revolucionarias, por el contrario, desarrolla ideas capitalistas: el egoísmo de la repartición de la renta de manera individual, el estímulo a la respuesta individual, el beneficio sin contraprestación. De esa manera se ha creado una mentalidad antisocialista, un espíritu egoísta que amenaza a la Revolución.
Los partidos políticos, todos, los de allá y los de acá, se parecen, tienen las mismas funciones y la misma lógica: candidatos, zancadillas, promesas, mentiras. Sus miembros son indistinguibles, todos se parecen, tanto es así que conspicuos miembros de un partido revolucionario de la noche a la mañana aparecen sentados en la mesa de la derecha, o rancios miembros del lado de allá aparecen partiendo lanzas del lado de acá. Ya hasta la talanquera perdió su valor de definir los campos.
Sólo queda Chávez como ariete del Socialismo, él es el más importante factor en la  confrontación entre Socialismo y capitalismo, por eso es importante preservarlo, apoyarlo. Desde allí, desde la fortaleza del líder, se podrá avanzar, construir santuarios, frentes de lucha socialistas.
La fuerzas revolucionarias, en lugar de estar inventando tonterías, jugando a la política pequeña, ¡oportunistas! dándoselas de Maquiavelos cuando no llegan ni a quincalleros mediocres, apoyando candidatillos, haciendo propuestas vacías… Deberían estar apuntalando el liderazgo socialista de Chávez, nutriéndolo con teoría, con propuestas, discutiendo las formas de propiedad, fortaleciendo al Partido Unido, proponiendo organización social.